Sobre Pilar Vélez

Llega hasta mi el dulce olor del café tostándose bajo el sol de la mañana y el gorjeo de los pájaros que rompen la niebla de las verdes montañas de Santa Rosa de Cabal, Risaralda; la cuna en que nací y a la que recuerdo como un tibio edén de aguas termales sobre la inmensa piel de mi amada Colombia. Tanta belleza se plasmó en alguna de mis huidizas neuronas, y quizás, con suerte, sigue presente alumbrando el sendero de mi aventurada escritura.

De la casa en donde se escuchó mi primer llanto y di mis primeros pasos, solo guardo el ensueño y las ganas de volver para asegurarme de que sus blancas paredes de adobe han crecido tanto que, podría escalarlas y llegar al árbol de mango que amparó mi infancia; y que bastaría con asomarme de nuevo en su ventana para ver que aún soy la niña inocente que juega con palitos y hormigas, mientras espera a que le crezcan las alas.

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